La tarea básica de una entidad como la Fundación Protransparencia, así lo dicen sus estatutos, es promover la ética pública. Pero ésta – compartimos este planteamiento con la filósofa española Adela Cortina – no depende de ninguna entidad ni de ninguna persona. Depende de los ciudadanos. Una sociedad será transparente en la misma proporción en que lo sean sus ciudadanos.
Si en una sociedad como la nuestra hay ciudadanos que convalidan, por ejemplo, la compra y venta del voto, eso significa que gobiernan comportamientos que renuncian a la ética y la asumen como un estorbo bajo cualquier discurso justificatorio.
Por supuesto, conviene en una sociedad que el buen ejemplo provenga de sus elites, de sus gobernantes, de sus líderes políticos, de sus empresarios. Pero la ética es, en realidad, un asunto de todos, y, como dice la autora española, debería un artículo de primera necesidad. Como la leche, la carne o el arroz.
Será tan importante el tema de la ética, que un destacado ingeniero de la ciudad, experto en transporte, lo ha subrayado en una carta que nos ha enviado y que nos permitimos transcribir por su excelente contenido:
“He llegado a una conclusión respecto a los problemas que en general padecemos y corresponden a un problema de falta de ética, es decir, de no hacer lo correcto, a conciencia. De hecho, los primeros en violar las leyes y normas de convivencia son las autoridades; tenemos muchos ejemplos aparentemente pequeños pero que van confirmando esta tesis: los tachones en mal estado que separan el carril exclusivo de Transmetro, las zonas verdes que ya no existen y los árboles que nunca se sembraron, los materiales inadecuados para tapar los huecos del pavimento, y la Policía haciendo cumplir la Ley a los legales mientras se hace la vista gorda con los ilegales: te pueden multar por estacionar tu vehículo en una vía, pero si lo haces en la zona verde te lo permiten; se construyen obras que benefician a pocos y las que son urgentes (carrera 38) las olvidan. Otros malos ejemplos son un poco más grandes: como presidentes comprando su reelección, gobernadores contrabandeando, magistrados expertos en carruseles, jueces que juzgan según sus intereses particulares. Todo esto tiene involucrado un gran costo y no sólo en dinero. Si revisamos la Constitución Nacional deducimos que sus mandatos se cumplen en un muy bajo porcentaje y tenemos todas las leyes, normas, decretos y resoluciones que nos indican como cumplirlas, pero no tenemos ética. Así que no importa: cada quien haga lo que pueda de acuerdo con lo que le convenga y cada quien verá si se deja pillar: «usa tu poder, para eso lo tienes»; «si no lo robas tú, lo hará otro»; «todo tiene manejo, se tira un billete y listo»; «plata o plomo», y «soy político y sólo me interesan los puestos, los votos y los contratos». El transporte en general no escapa a lo descrito. Bueno: parece negativo todo esto; lo positivo consistiría en aceptar esta enfermedad para poder curarla. Un buen ejemplo de ética fueron los triunfos de la Selección Colombia de fútbol y aunque no ganó la Copa Mundial, su éxito lo vimos todos porque trabajó planificadamente; los técnicos y jugadores tuvieron en cuenta altos valores como honestidad, solidaridad, honor y respeto por su país”.