Por: Horacio Brieva M.
Barranquilla se merece, creo, una campaña emocionante a la Alcaldía. No el bostezo que se ve venir. Alejandro Char ha ratificado en una encuesta de Cifras & Conceptos la popularidad que le han otorgado anteriores sondeos, aunque aún no ha anunciado su candidatura. Ha dicho que aguardará hasta después de la Semana Santa. Pero no hay duda de que su decisión ya está tomada: será de nuevo candidato a la Alcaldía, a menos que algunos políticos del Atlántico – que en el fondo no lo quieren y le temen– consigan inhabilitarlo por asuntos pendientes con la Contraloría General de la República y la Procuraduría General de la Nación. Además, él es el que menos necesita una campaña larga que lo haría incurrir en costos innecesarios. Si las encuestas le dan un comodísimo primer lugar, para qué correr.
Char, tal vez sin llegar a ostentar la misma arrolladora popularidad del cura Bernardo Hoyos en el momento de mayor esplendor político de este, ha logrado un notable anclaje en los estratos 1, 2 y 3, especialmente, merced a las realizaciones evidentes de su administración 2008-2011: megacolegios, centros de salud y barrios a la obra. Le han ayudado su barranquillera bacanería y su indiscutible carisma. Y si el Junior es campeón con los pases de Macnelly y los goles de Toloza, la cosa parecería pan comido. Pues ni Juan García, ni Rafael Sánchez, ni Antonio Bohórquez, todos descendientes del Movimiento Ciudadano, son hoy un peligro competitivo para Char. No le hacen ni cosquillas. Lo que significaría –si las cosas siguen así– que las elecciones de octubre serían apenas una refrendación aplastante de lo que muestran las encuestas.
Pero me parece que esto no conviene a la salud de la democracia local. Sería un retroceso. Con un Char imbatible y unos adversarios muy frágiles, es imposible pensar que pueda haber una auténtica competencia, es decir, el potente debate democrático que requiere Barranquilla. Y que implicaría una disputa intelectual y programática acerca del presente y el futuro de la ciudad y del modelo de gobierno que mejor contribuiría a fortalecer el poder de la ciudadanía y su incidencia real en las decisiones clave referidas al presupuesto y la planeación y a las prioridades de la agenda pública.
De modo que ante un fácil triunfo de Char, solo cabría aferrarse a una incierta ilusión: que en una segunda Alcaldía cambie –¡radicalmente!– su concepción del poder. El poder reside en los ciudadanos, no en una persona o en un pequeño grupo, y no debe ejercerse solo de arriba hacia abajo. ¿Estaría dispuesto Char a apostarle a un modelo de gobierno abierto a la crítica? ¿A asumir la deliberación como el medio para construir consensos y confianza entre institucionalidad, sociedad civil y empresariado? ¿A darle a la descentralización el impulso vigoroso que no ha tenido con alcaldes locales y ediles empoderados? ¿A concederle al presupuesto participativo una oportunidad? ¿A convertir la rendición de cuentas en un ejercicio transparente, de doble vía, y con interlocutores expertos a bordo? Con esta columna cierro esta serie de 13 artículos.
@HoracioBrieva