POR: HORACIO BRIEVA M.
En la columna pasada, yo decía que Barranquilla será una ciudad más amable si sus habitantes nos acogemos a unas pautas básicas de cultura ciudadana que tienen directa conexidad con la sostenibilidad ambiental. Porque hemos hecho caso omiso a esto, ocurrió, por ejemplo, lo de la ciénaga de Mallorquín, que César Lorduy comentó en su columna del último sábado. Mallorquín, que llegaba casi a la Vía 40, fue rellenada por algunos pobladores con el caliche que extraían de Cementos del Caribe (hoy Cementos Argos). Masacraron este bello cuerpo de agua para que surgiera lo que se llamó el barrio Amarillo: hoy es la zona que ocupan los restaurantes que miran al Río. César conoce bien esta historia: su padre fue topógrafo en los tajamares de Bocas de Ceniza y nuestro apreciado amigo columnista y abogado vino al mundo en el campamento que funcionaba ahí.
Según la literatura internacional, la protección ambiental es un pilar esencial de cualquier plan de desarrollo junto al crecimiento urbano ordenado y la equidad social. Por eso, el tema ambiental no puede ser marginal en la agenda local e implica contar con una entidad fuerte, no con un Damab enclenque y un Foro Hídrico que le compite y que yo pensaría debe suprimirse.
Barranquilla afronta, a consecuencia del cambio climático, amenazas de inundaciones futuras por el aumento del nivel del mar originado en el deshielo de los glaciares. Eso plantea nuevas y adecuadas formas de concebir la ciudad.
Pero lo que deseo destacar hoy es la problemática sanitaria que se nos vino encima y ante la cual tenemos que reaccionar con soluciones que reclaman la decisiva ayuda del Gobierno Nacional y una acción unificada del Gobierno Distrital, la bancada parlamentaria y los actores gremiales. Los expertos en ingeniería sanitaria y ambiental serán los llamados a desmenuzar este tema en un foro que se realizará el viernes 30 de enero en Combarranquilla Country. Yo sólo me limitaré a describir la problemática para la comprensión de los lectores: en virtud de varios planes parciales otorgados por la Secretaría de Planeación, se construirán en el suroccidente, en unos cuantos años, en inmediaciones de la planta de tratamiento de aguas residuales (PTAR) del barrio El Pueblo, más de 64.000 unidades mayoritariamente habitacionales, así como bodegas y centros comerciales. Equivale a una ciudad nueva. Y el proceso constructivo ya arrancó.
Esa PTAR está a punto de colapsar porque su capacidad ha sido desbordada y sus aguas semifiltradas (no tratadas) van al arroyo León, el lago El Cisne y a la ciénaga de Mallorquín. Los expertos consideran que la solución es construir una Estación Depuradora de Aguas Residuales (Edar) y eliminar la PTAR, pues no puede quedar en medio del mencionado complejo habitacional, comercial y logístico. A esto hay que agregar los recientes desarrollos inmobiliarios en el norte con sus impactos al Río, que recibe las aguas residuales sin tratar a la altura de la Base Naval, y los altos costos de potabilización del agua que consume Puerto Colombia. De modo que el tema sanitario no da espera. Hay que actuar ya.
@HoracioBrieva