Por Horacio Brieva
Hemos asistido en estos días a la reproducción de un agravio. Tanto el de hace treinta y tres años, como el de ahora, despiden la fetidez de la intolerancia. El de 1981, Gabo lo registró en un impresionante relato en El País de España.
Gobernaba el presidente Julio César Turbay y, no se sabe si con su aprobación, los militares se aprestaban a interrogar al escritor por sus supuestos vínculos con el M-19. Gabo se olió el tocino y pidió asilo a México. Para justificar su repentina salida, el Gobierno cometió la torpeza de inventarse – como escribió Gabo – “dos acusaciones pueriles”: que el novelista buscaba publicidad para un libro próximo a salir y desprestigiar internacionalmente al país. Gabo, en su acostumbrada prosa magistral, demolió los dos infundios perversos.
He releído el texto, que ya casi no recordaba, gracias a las redes sociales que lo han puesto de nuevo a circular, y no hay duda de que las relaciones de Gabo con el establecimiento colombiano nunca fueron muy cordiales. En el fondo, lo veían como un costeño corroncho – exótico – al que, sin embargo, tuvieron que reconocerle, a regañadientes, la monumentalidad de sus méritos. Tal vez envidiaban que Cien años de soledad no hubiese salido del caletre de alguien de las elites nacionales y nacido en el altiplano, y además desconfiaban de sus posturas de izquierda y de su amistad con líderes como Fidel Castro. Muy consciente de eso, se entiende que Gabo escribiera esta frase para el recuerdo: “tengo el inmenso honor de haberle dado más prestigio a mi país en el mundo entero que ningún otro colombiano en toda su historia, aún los más ilustres, y sin excluir, uno por uno, a todos los presidentes sucesivos de la República”.
El incidente de hoy ha corrido por cuenta de una congresista del Centro Democrático, el partido político del expresidente Uribe. Quieren cobrarle a Gabo que no hubiese seguido el mismo derrotero de, por ejemplo, Plinio Apuleyo Mendoza, que desertó – en sus años de fuga ideológica – de la revolución cubana.
Detrás de la estupidez de la señora Cabal lo que hay es una construcción propagandística de un sector reaccionario que se ha inventado el fantasma del castro-chavismo para meterles miedo a los colombianos sobre los riesgos venideros de un acuerdo de paz con las Farc. Han fabricado la falacia de que el país va camino a quedar en poder del castro-chavismo. Y, claro, como Gabo se mantuvo leal a la amistad con Castro, la dama citada ha anhelado que en el viaje eterno se encuentre con Fidel en las pailas del infierno. Pues no señores: dejen de jugar con el miedo. Aquí nunca va a haber castro-chavismo, entre otras cosas porque si algún día en Colombia hay un gobierno, digamos de izquierda, dudo que sea de las Farc. Esta sociedad, créanme, podrá recibirlos y hasta perdonarlos, pero será muy difícil que algún día les entreguen los destinos del país. Si alguna vez hay un gobierno de izquierda en Colombia no podrá parecerse ni a las Farc, ni al castrismo, ni al chavismo, ni siquiera a la izquierda actual. De modo que dejen de inventarse películas de terror.
@HoracioBrieva