¿PETRO O FAJARDO?

El 2022 ya está aquí. En parte porque es de la tradición del país fabricar conjeturas acerca de quién podría ser el sucesor del presidente de turno.

Y desde que se inventaron las encuestas para sondear a la opinión pública, éstas se convirtieron en un instrumento de medición muy importante. Son, por supuesto, una fotografía cambiante. Las dinámicas político-electorales de los candidatos y las modificaciones en la percepción de los ciudadanos respecto a los aspirantes, van variándolas y el resultado definitivo en las urnas o las confirman o las contradicen duramente si se genera un oculto voto castigo.

Ya ha pasado esto último. En Cartagena, por ejemplo, en la elección de 2019, a William Dau nadie lo daba por ganador. Daniel Quintero, en Medellín, fue también un alcalde inesperado. Y no es la primera vez que las encuestas quedan en ridículo. Por eso ha crecido la desconfianza en torno a ellas. Se transformaron en peligrosas ruedas sueltas de nuestro sistema democrático.

En la elección presidencial de 2018, un año antes llegaron a encabezar las encuestas, Germán Vargas Lleras, a quien se daba como inevitable relevo de Juan Manuel Santos, y Sergio Fajardo, mientras Iván Duque pedaleaba casi en la cola del lote. Sobre Gustavo Petro, por ejemplo, le oí decir a Claudia López que no crecería en las encuestas y se metió en la segunda vuelta.

Los sondeos que se han conocido hasta hoy podrían mantener su tendencia hasta la primera vuelta o cambiar totalmente. Sin embargo, lo que han mostrado indicaría que la Presidencia en 2022 podría definirse entre Petro y Fajardo.

En la encuesta de Invamer de agosto, por ejemplo, Petro registra una favorabilidad del 36% y una desfavorabilidad alta del 51,9% y lidera la intención de voto con el 33,1%, seguido por Fajardo con un 27,6% y una imagen favorable del 45,6% y una desfavorable del 21,6%. Con una notable  diferencia: a Petro lo conoce el 92,1% y a Fajardo el 71,8%.

Destaca también esta encuesta que el 63,3% del país cree que las cosas van por mal camino. Y, ante eso, se impone un cambio. Surge entonces el dilema: ¿Petro o Fajardo? Petro aunque se vista de demócrata, de defensor de la paz, de las energías renovables, de un nuevo capitalismo, y de la Constitución del 91, despierta resistencias porque se le ve como un símbolo de la izquierda intransigente. Actúa en contra suya el caudillismo, la falta de humildad, y el fanatismo seguidista que ha desatado su figura.

En medio de la polarización, Fajardo se yergue como el referente del centro político con un mejor posicionamiento. Tiene un enorme reto: unir una coalición alternativa sin los extremos, presentar al país un programa de cambio atractivo y esperanzador, y lograr que esa coalición se plantee obtener mayorías en el próximo Congreso. Y pienso que podría ayudarle una fórmula vicepresidencial costeña, como Gustavo Bell en su momento.

@HoracioBrieva

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