LA COMPLEJIDAD DE LA POLARIZACIÓN

Salir de la polarización no va a ser fácil. Menos en un escenario agravado por los militantes biliosos de las redes sociales.

Gustavo Petro ha propuesto lo que él llama un ‘Pacto Histórico’ para lograr la paz. Lo llamativo es que proviene de  uno de los extremos más beligerantes de la polarización. El otro extremo lo representa el uribismo, que hoy está dolido por la detención domiciliaria de su jefe.

Un pacto para poner fin a la polarización se necesita en Colombia, ciertamente, pero tendría que superar en su dimensión histórica, me parece, al que dio origen al Frente Nacional. Éste, como se sabe, fue un pacto bipartidista que aseguró la culminación del conflicto armado entre liberales y conservadores y tuvo como principales signatarios a Alberto Lleras y Laureano Gómez.

Por supuesto, el pacto que sugiere Petro no es viable si se le asume como un simple señuelo aglutinante para sus propósitos presidenciales. El pacto es imperioso y después del Frente Nacional no ha habido en Colombia un acuerdo parecido o superior. En su momento ese pacto bipartidista  nos dio la paz, acabó con las sangrientas luchas entre liberales y conservadores, aunque su naturaleza excluyente y antidemocrática no solo animó la creación de la Anapo, del MRL y del Frente Unido, sino también la de varios grupos guerrilleros inspirados en las victoriosas revoluciones china, cubana y vietnamita.

La Asamblea Constituyente de 1991 no logró ser un completo pacto de paz porque a ella no concurrieron las Farc, el Eln y las disidencias del Epl. De hecho, la estrategia contrainsurgente encarnada en el paramilitarismo se vigoriza porque en 1990 las Farc y el Eln no tomaron la decisión de abandonar la lucha armada,  como lo hizo el M-19. Fue esa terquedad guerrerista la que consolidó el proyecto paramilitar, la que fortaleció el narcotráfico como columna vertebral del conflicto, y la que explica la aparición triunfante de Álvaro Uribe en 2002.

En ese marco, sucedió toda la locura inevitable en una guerra  degradada: masacres, secuestros de civiles, policías y militares, reclutamiento forzado de menores, violaciones sexuales, desplazamientos, robos de tierras, capturas de rentas públicas, asesinatos selectivos, falsos positivos e interceptaciones ilegales.

Tras esta tragedia, llegó la negociación de La Habana entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y el Secretariado de las Farc. Uribe caracterizó esa negociación como una traicionera renuncia a la ‘Seguridad Democrática’ y Santos devino en el ‘Judas’ del uribismo. El país se polarizó por el odio acumulado en tantos años de confrontación desquiciada.

El uribismo ha mantenido una inflexible postura: exige que las desmovilizadas Farc paguen por sus crímenes. Y el antiuribismo reclama que el expresidente responda por los delitos que le atribuyen.

Salir de la polarización no va a ser fácil. Menos en un escenario agravado por los militantes biliosos de las redes sociales. ¿Pactar el Frente Nacional fue más sencillo? Pareciera.

@HoracioBrieva

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