Qué quiere y necesita la ciudad (III)

POR: HORACIO BRIEVA M.

Decía en la primera columna de esta serie temática que Barranquilla fue escenario en la década de los años 90 de una dinámica participación política, pero circunscrita a lo electoral, que no es la única forma de participar en una democracia. Creo que el Movimiento Ciudadano desaprovechó su liderazgo para promover  un modelo de gobernanza democrática: de hecho, sus distintas alcaldías –especialmente las dos de Bernardo Hoyos Montoya– no se distinguieron por su inclinación al diálogo y la concertación, ni por el claro propósito de promover una ciudadanía activa. Por eso, en Barranquilla no pudo desarrollarse una sociedad civil participativa y vigorosa expresada en veedurías fuertes y potentes observatorios.

Veníamos de una ciudad completamente premoderna en la que, por ejemplo, los funcionarios se rotulaban como si pertenecieran feudalmente al político liberal  o conservador que los apadrinaba en un puesto y le profesaban una perruna obediencia. Había que romper radicalmente con esa larga tradición de vasallaje político y hacer de Barranquilla –en todos los sentidos– una ciudad democrática. Sin embargo, surgieron en la historia reciente incidentes organizaciones civiles como Fundesarrollo, Probarranquilla, Fundación Foro, Protransparencia, Barranquilla Cómo Vamos, el Observatorio Concejo Visible y la MOE, entre otras.

La ciudad habría podido avanzar en gobernanza democrática si le hubiese dado importancia a las Localidades. Doce años después de creadas, con el fin de acercar el ciudadano a la gestión pública, no han cumplido su objetivo. Además, la Alcaldía se resiste –tozudamente– a descentralizar la ciudad. El proyecto de presupuesto 2015 incorpora un Fondo de Desarrollo Local de 17.873 millones de pesos para las sedes de las alcaldías locales. El propósito es loable, porque se necesitan, pero la Ley 1617 de 2013 habla de otra cosa: de la creación de un Fondo de Desarrollo por cada Localidad, con patrimonio autónomo, personería jurídica y que ejecutará cada alcalde local con el acompañamiento de su respectiva Junta Administradora. De modo que el Fondo de “Desarrollo Local” que ha venido ejecutando la alcaldía de Elsa Noguera no es más que una caricatura para disfrazar el incumplimiento de la ley. Pero no quiere admitir su omisión.

Tengo claro que convertir a Barranquilla en un modelo de gobernanza democrática pasa por un sustancial cambio cultural e implica que quienes estén al mando del gobierno profesen sólidas convicciones democráticas. Tal gobernanza mide el nivel de cultura política de una sociedad y exige gobiernos que crean en la participación y ciudadanos deliberantes que no traguen entero y hagan valer su primacía sobre los servidores públicos. La gobernanza democrática es sinónimo de confianza, colaboración y respeto, mientras que los modelos de gestión pública que rehúyen el debate y temen a la crítica, generan resistencias y sospechas.

Posdata: ser el columnista más leído del Atlántico, según la encuesta de Cifras & Conceptos 2014, incrementa mi compromiso con la ciudad y el Departamento. ¡Gracias a todos mis lectores!

@HoracioBrieva


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