POR: HORACIO BRIEVA M.
Faltando, creo, un par de meses para las elecciones de octubre de 2007, conversé con Alejandro Char en su casa del barrio El Golf. Recuerdo que cuando anunció su candidatura, apoyada por una poderosa coalición política, yo escribí una columna titulada ‘Quién entiende a Alejandro Char’, donde quise evidenciar mi extrañeza porque las encuestas lo mostraban como un líder arrasador a nivel de opinión (durante años había sido promocionado como un constructor exitoso), pero su estrategia era compactar un gran apoyo de maquinaria para ser alcalde. La agradable reunión con él fue una señal de que no guardaba molestia por la crítica. Y con esa coalición ganó contundentemente sobre Máximo Noriega y Edgar Perea, que esta vez se derrumbó definitivamente y cerró su ciclo de aspirante a la alcaldía. Ese día me dijo que la única persona segura para su gabinete era Elsa Noguera, a quien yo había conocido en Fundesarrollo y no imaginé en ese momento que llegara a ser alcaldesa.
Char, fiel a su estilo, armó rápidamente los propósitos de su acción de gobierno: megacolegios, centros de salud y pavimento para el sur. Retomó, además, el plan de obras de la valorización de Guillermo Hoenigsberg, echó atrás la concesión de los impuestos y renegoció otras concesiones. Con los resultados obtenidos, una indiscutible dosis de carisma personal y un metódico despliegue mediático, logró, lo que ya antes había logrado Bernardo Hoyos Montoya, un alto puntaje en las encuestas. Y con su imagen, al igual que Hoyos cuando eligió a Edgar George, hizo posible la victoria de Elsa Noguera sobre Juan García, tras posicionarla primero –muy hábilmente– como fórmula vicepresidencial de Germán Vargas Lleras en el debate presidencial de 2010.
Con Char y Noguera ha habido indudables progresos, pero yo caracterizo los suyos como gobiernos básicamente tecnocráticos que se han esmerado en incorporar prácticas y procesos empresariales en la administración, lo que ha redundado en más eficacia y eficiencia en la gestión pública, algo que había que hacer y que yo comprendí desde que leí, hace 13 años, La reinvención del gobierno de David Osborne y Ted Gaebler.
Pero estas dos alcaldías de Cambio Radical no han respondido a la lógica de la gobernanza democrática que implica –como dicen los expertos en el tema– el diálogo y la concertación entre visiones diferentes y un paradigma de gestión donde el ciudadano es más importante que el servidor público. Y esa gobernanza sólo es posible cuando una administración se abre a la crítica ciudadana, no la ve como una expresión opositora ni como un estorbo, sino como la mejor manera de legitimar las decisiones públicas.
Char y Noguera han sido gobernantes muy cariñosos con la gente y sobre todo Char ha sabido conectarse con las comunidades –al punto que hoy puntea en las encuestas para alcaldía–, pero sus lógicas son más las del paternalismo benefactor que fomenta la patología de la dependencia e impide que emerja una ciudadanía autosuficiente y libre, es decir, difícil de manipular y engañar. Seguiré profundizando en la próxima columna.
@HoracioBrieva
Deja una respuesta