Porque el tema de las finanzas públicas es parte esencial de la construcción de democracia, desearía que los dos aspirantes a la Alcaldía de Barranquilla hablaran de la conveniencia de un pacto fiscal a partir del próximo cuatrienio, entendido como un módulo fundamental de un acuerdo democrático orientado a garantizarle a la ciudad una fiscalidad sana en el largo plazo. Y eso pasa por hacer proyecciones financieras realistas, como lo dije en la columna pasada.
En los últimos años, tras el descalabro financiero que nos arrastró a la 550, logramos avances en el manejo de la deuda. Crecimos en los ingresos e incrementamos los presupuestos anuales.
Pero podríamos hacer mejoras en la productividad del gasto público distrital. Por ejemplo, ¿por qué, a estas alturas, a sabiendas de la importancia estratégica que tiene para la ciudad una entidad ambiental, hemos dejado al Damab a merced de las malas prácticas administrativas y el déficit crónico? Eso es gasto improductivo y choca con el discurso eficientista de la alcaldesa Elsa Noguera. Pero atribuyo esto a que los gobiernos modernizantes de Char y Noguera han tenido que otorgar espacios como el Damab a algunos políticos que han sido socios en las victorias electorales.
Otro tema que justifica la conveniencia de un pacto fiscal es la discrepancia que ha surgido entre la Administración Distrital y Camacol sobre la estampilla pro-hospitales. Como se sabe, la transformación en infraestructura hospitalaria se ha realizado con esa estampilla –basada en una ley exclusiva para el Atlántico (la 663 de 2001)–, pero fue mal reglamentada en la Asamblea y el Concejo: por eso se cayó en el Consejo de Estado. Camacol estima que esa estampilla lesiona la competitividad, en tanto que el Gobierno Distrital considera que la expansión del sector inmobiliario no admite mezquinas resistencias a aportar a la modernización de la salud.
No hay duda: hoy contamos con instituciones de primer y segundo nivel bien construidas, aunque se presenten casos de deficiencias en atención. El Distrito, además, con fuentes nacionales y locales, hizo posibles obras magníficas como el Adelita de Char. Hay testimonios que lo corroboran y hasta alguien llegó a decirme que le parecía –por la infraestructura y los equipos– un hospital de país avanzado.
Me parece, entonces, que lo que debe discutirse es otra cosa. Por ejemplo, ¿una resurrección de la estampilla va a tener un horizonte de tiempo? ¿O la intención es eternizarles el negocio a unos particulares? Si el principal componente de construcción está bastante avanzado, ¿un nuevo Acuerdo del Concejo establecería una tarifa inferior a partir del año en que concluya la concesión?
El Distrito debe evitar el abuso de sus potestades tributarias para no afectar la fluidez de la economía, porque el círculo virtuoso de los negocios es lo que permite el crecimiento de la ciudad y, en consecuencia, los mayores ingresos por tributos. Presumo que el sector constructor estaría dispuesto a seguir aportando, pero con reglas transparentes y buenas rendiciones de cuentas. El pacto fiscal es el camino
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