La campaña de la Alianza Verde a la Gobernación del Atlántico es, creo, un caso de bipolaridad política muy llamativo. Pues que Alfredo Varela, el candidato, diga que para asegurar su triunfo está charlando con varios de los llamados barones electorales del Departamento no me sorprende. Lo incomprensible es que la senadora Claudia López, una de las principales patrocinadoras de esa aspiración, diga que su partido no usará rodilleras ni practicará genuflexiones frente a los barones, y que el aval del Partido de La U a Varela es solo una cosa simbólica, que no implica ‘peajes’.
No me sorprende lo de Varela porque, dentro de su coherencia, él está siendo sincero con su manera de entender y hacer la política. Me explico: a Varela nunca le he escuchado sermones contra la corrupción y la politiquería. Claudia, en cambio, hizo de la anticorrupción y la antipolitiquería los escudos de su discurso público, y parece haber quedado atrapada entre este y la dinámica de la política real del país.
Claudia ha dicho en numerosas ocasiones que en Colombia lo primero es derrotar la corrupción y la clase política –e incluso ha expresado que la corrupción constituye un mayor peligro que la guerrilla–, pero hoy varios de los que la admiramos nos preguntamos cómo hizo para que su discurso no le impidiera objetar la alianza de los verdes y el partido de Roy Barreras en torno a Varela. Me parece que en el caso de Navarro la sorpresa no es tanta, pues en el tema anticorrupción él ha sido un político de menos decibeles que Claudia. Su bandera en el escenario nacional nunca ha sido esa.
Claudia ha quedado en entredicho en términos de coherencia. En un debate que promovimos en Facebook le llovieron montones de cuestionamientos. Jorge Senior, por ejemplo, escribió que los verdes se las dan de inmaculados en Bogotá, pero que en la provincia aplican el fin justifica los medios, y Jairo Parada criticó que la Alianza Verde terminara actuando con la misma lógica de partidos como La U.
El colega Ricardo Rocha me decía que lo de Claudia no es, sin embargo, para extrañarse, y me citó el ejemplo de un político local que en sus tiempos llegó a prometer cárcel a los contrabandistas si llegaba al Senado: cuando llegó, prevalido de su inmunidad, fortaleció sus actividades en el comercio exterior ilegal.
Además, el aval verde a Varela no fue una decisión democrática en un partido que se supone alternativo. Lo impusieron desde las andinas cumbres bogotanas pasando por encima de lo que en principio habían decidido los provinciales líderes atlanticenses. Elevaron al pedestal de la candidatura a la Gobernación a un joven exconcejal de cuyo paso por el Cabildo Distrital no tengo el recuerdo de una actuación significativa. Más lo recuerdo por el Desafío, el reality show que lo volvió famoso. Hoy es candidato gracias a Claudia López y a Antonio Navarro, que hace ya 24 años dio vida al liderazgo del cura Bernardo Hoyos, sacrificando al M-19 cuando apenas empezaba a despuntar en la ciudad y el Atlántico. Una metida de pata que tardíamente ha reconocido, pero que ya no se puede subsanar. Quedó para la historia.
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