En enero de 2020, la Universidad del Atlántico estaba paralizada.
Las opciones eran: la toma policial o el diálogo. La gobernadora Elsa Noguera escogió dialogar para atender dos exigencias: un nuevo Estatuto General y la elección democrática del rector. Hasta entonces la elección era potestativa del Consejo Superior y no atendía los resultados de las consultas a los estamentos. Por tanto, era un punto de honor. Sin resolver eso era imposible recobrar la estabilidad de la universidad.
El Estatuto General surgió de una deliberación eficaz. Y el rector actual, independientemente de si le agrada o no a la totalidad de los estamentos, salió de la elección directa de los estamentos.
La gobernadora hizo también algo excepcional en Colombia. En 2020, 2021 y 2022 – por los duros efectos económicos de la pandemia en los hogares – implantó la gratuidad en la matrícula en todos los estratos. El Plan de Desarrollo (2020-2023) adoptó la matrícula 0 para los estratos 1 y 2, condicionándola a las posibilidades fiscales del Departamento, pero al escalarla a todos los estratos el cumplimiento superó la meta priorizada. Además, durante tres semestres de obligada virtualidad se invirtieron 2.800 millones de pesos en conectividad.
La gestión de la gobernadora tampoco podía dejar por fuera el edificio de la Facultad de Bellas Artes, que se había ido destruyendo por falta de conservación. Dado que es un bien patrimonial, lo primero fue lograr la aprobación de los diseños de intervención en el Ministerio de Cultura. Fue un trámite que requirió un paciente tiempo burocrático. Como todo lo que pasa por Bogotá.
La obra está en ejecución y fue estimada (con la interventoría) en algo más de 29 mil millones de pesos. Se le adicionaron 15 mil millones porque en el proceso constructivo aparecieron trabajos que no estaban contemplados en los planos iniciales. Para asegurar transparencia, los componentes técnicos y contractuales han sido objeto de los correspondientes seguimientos.
A estas inversiones hay que agregar la del comedor universitario y otras en materia de infraestructura. Mi sugerencia es que las inversiones próximas contemplen los salones y su adecuación para facilitar un mejor desarrollo de la actividad académica. Y que la universidad disponga de un buen rubro de mantenimiento.
Creo que los esfuerzos liderados por Elsa Noguera deben proseguir en la ruta de convertir la Universidad del Atlántico en una de las mejores de Colombia (y por qué no de América Latina). Para eso, será fundamental que la institución cuente con un gobierno universitario que sea garantía y soporte de la excelencia académica.