“La sociedad no son los hombres, sino la unión de los hombres”, Montesquieu.
Agradezco a la Alcaldía de Barranquilla, y en particular a Alfredo Carbonell, gerente de Desarrollo Social; a Jennifer Villarreal, secretaria de Gobierno; a Deivy Cásseres, jefe de la Oficina de Participación Ciudadana, y a Emiro Oviedo, funcionario de esta dependencia, la invitación a exponer en el foro del pasado martes 29 sobre la reforma a la Ley 743 de 2002 que introduce mejoras a la Acción Comunal.
Participaron en el evento virtual más de 200 líderes entre comunales, alcaldes locales, ediles y jueces de paz.
Fue un privilegio compartir tribuna con Normando Suárez Fernández, sociólogo, filósofo y profesor de la Universidad Nacional.
Como director de Protransparencia y columnista de EL HERALDO, he sido un frecuente animador de la participación ciudadana porque es esencial que no sea un simple enunciado constitucional y legal.
Hace años tuve, por mi concepción extremoizquierdista, cercana al maoísmo, una actitud prevenida frente al movimiento comunal.
Creía entonces que solo eran confiables organizaciones como la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), que, bajo la influencia del Partido Comunista marxista-leninista, línea Pekín, se declaró independiente del Estado y de los partidos Liberal y Conservador. ‘La tierra para quien la trabaja’ era la divisa de la ANUC y las tomas de grandes haciendas constituían el eje de su intrépido accionar. En ese rango de confiabilidad política del maoísmo radical entraba también el sindicalismo opuesto al llamado sindicalismo patronal.
Superado mi ciclo maoísta, la desconfianza siguió persistiendo porque a algunos líderes comunales se les atribuían nexos con grupos políticos que simbolizaban las prácticas clientelistas.
Hoy tengo claro el significado del movimiento comunal para la democracia participativa de la Constitución de 1991. Que unos 6,5 millones de colombianos pertenezcan a la Acción Comunal indica que estamos ante una estructura ciudadana de potente dimensión estratégica. Se le señalan, sin embargo, debilidades que debe superar, como la escasa promoción de nuevos liderazgos de la juventud y la mujer.
En Barranquilla, el gobierno distrital debe hacer del movimiento comunal un pilar de la participación. Y de la Acción Comunal se espera, en consonancia con la Ley, que sepa atraer ingeniosamente a las nuevas generaciones integrándolas a los distintos niveles de su organización.
Defiendo un paradigma de ciudad donde imperen el diálogo y la concertación, el gobierno abierto, la rendición de cuentas, la crítica y el control social y político. En ese marco, una sociedad civil fuerte es cardinal. Y eso sirve a la gestión pública porque los gobiernos no pueden hacerlo todo. Sin la ciudadanía la gobernanza no logra ser auténticamente democrática.
El movimiento comunal, en ese contexto, es vital.