Camcomercio y los nuevos retos de ciudad

A propósito de los cien años de la Cámara de Comercio de Barranquilla, en la Tertulia de EL HERALDO se hizo una interesante reflexión acerca del rol que debe desempeñar esta institución. No cabe duda de que su apuesta debe ser el desarrollo empresarial, como lo decidió hace tiempo.

Hay quienes piensan, sin embargo, que la Cámara debe conservar, fiel a su historia, la audacia propositiva y opinar, con independencia crítica, en los temas de ciudad. Sobre esto seguramente meditarán sus directivos y ejecutivos.

Barranquilla ha venido avanzando desde la década de los años 90 cuando empezó a superar los problemas de agua y alcantarillado, tras la liquidación de las EPM. Desde entonces, ha habido indiscutibles progresos en la economía e infraestructura local. Pero bien lo decía Jairo Parada: estamos lejos de ser una ciudad inteligente y seguimos tapando huecos y canalizando arroyos.

Hemos avanzado, pero la ciudad tiene que fortalecer unos tanques de pensamiento, entre ellos la Cámara y todas las universidades. Esta es una tarea necesaria a la que no debe sacársele el cuerpo. Al tiempo, hay que exigirle al Distrito que modernice sus sistemas de información para que estos tanques de pensamiento puedan trabajar con indicadores confiables y colaborar en la toma de decisiones estratégicas. Eso implica convertir la Secretaría de Planeación en el cerebro de la Administración distrital, y colocar esa dependencia a la altura de las exigencias de una ciudad competitiva.

Además, el diálogo público-privado, que ha funcionado muy bien para el Centro de Eventos y Convenciones, debe también funcionar para los diseños estratégicos de ciudad, como los relacionados con los usos de la ribera del río Magdalena y las áreas llamadas a ser un gran pulmón, tipo Batallón.

En la Administración distrital hay un incomprensible desconocimiento de las voces expertas de las entidades gremiales y de la academia, y el afán de mostrar resultados –atendiendo solo el reloj político de los cuatrienios institucionales– no está permitiendo que la ciudad opte, para sus obras importantes, por las mejores propuestas a través de los concursos públicos de arquitectura. Hay cierta compulsión de hacer obras, lo cual es positivo, pues indica una dinámica de progreso, pero no estamos sujetándonos a altos estándares de calidad.  Amén de que tampoco provienen del Distrito contundentes señales de probidad y transparencia en el manejo de la contratación. Hay ahí mucha cosa turbia.

Obviamente, no estoy recetando que la Cámara y las universidades se abran en una enconada pelea con el Distrito, sino que el diálogo y las alianzas funcionen en un marco de reglas claras. Barranquilla no avanzará solo porque la Cámara se concentre en el desarrollo empresarial. Tiene que haber una gran y virtuosa sinergia de los sectores público y privado.

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