La consulta del Partido Liberal

Voy a decir qué me gustó y qué no de la consulta liberal del domingo 19.

Me gustó que ganara Humberto De la Calle, un hombre decente, culto, a quien los que estamos radicalmente a favor de la paz le agradecemos la negociación de La Habana. De la Calle es un demócrata, un líder que profesa el pluralismo, la tolerancia y la reconciliación. Creo en él y me parece uno de los mejores candidatos a la Presidencia de la República, entre los cuales destaco también a Sergio Fajardo,Gustavo Petro, Claudia López, Clara López, Jorge Enrique Robledo y a los costeños Carlos Caicedo y Nicanor Flórez. Es la centro-izquierda, con la cual, no puedo disimularlo, yo simpatizo.

Ahora voy a decir lo que no me gustó. Esta consulta ratificó que en Colombia ni siquiera un partido de más de siglo y medio, como el Liberal, está organizado. Mucho menos lo están los demás partidos, y esto habla a las claras del remedo de sistema democrático imperante. Es un auténtico relajo y un espectáculo de inseriedad.

Quiero dejar muy claro que para mí las consultas internas son el mecanismo adecuado para que los partidos escojan sus candidatos con miras a un certamen trascendental como la elección presidencial. Y siempre esas consultas internas serán un método más idóneo que la más perfecta de las encuestas. Pero el punto es que en Colombia tales consultas no se plantean dentro de las estrictas fronteras de los partidos a los cuales les incumbe. Se hacen de manera abierta y eso termina contaminándolas con la incidencia de otros partidos. Esta vez, como era previsible, eso ocurrió en la consulta liberal. Se asegura, por ejemplo, que Cambio Radical orientó su intención de voto hacia Juan Fernando Cristo porque a Germán Vargas Lleras no le convenía, en términos de alianzas, un dirigente del perfil de De la Calle, por estar jugado totalmente con el acuerdo de paz e inclinado a una convergencia con la centro-izquierda.

Yo defiendo, utópicamente, el deber ser: que los partidos hagan las consultas con sus militantes acreditados, quienes, en correspondencia con una membresía responsable, deberían cotizar y con ese dinero contribuir a financiar este tipo de eventos, bajo la obvia supervisión del Consejo Nacional Electoral y la Registraduría. Así se evitarían costos estrambóticos como los $40.000 millones del domingo, que mucha gente percibió como un inaceptable derroche. Una votación de 744.521 personas habría sido excelente y significativa si a la jornada hubiesen concurrido, exclusivamente, los militantes liberales, pero se ve esquelética y ridícula si se le compara con un censo electoral de 35 millones de ciudadanos aptos para votar, que es el que se toma como referente en el país para estas consultas abiertas. Ya es hora de que vayamos dándole adultez a nuestra democracia. Con casi 200 años de existencia no puede seguir siendo como un bebé que se orina la cama.

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