LA REUNIÓN CON DUQUE

la reunión fue el escenario en el cual el alcalde anunció que pondría en marcha el proceso de reactivación económica y social.

En la reunión del miércoles 15 con la gobernadora Elsa Noguera, el alcalde Jaime Pumarejo y la bancada del Atlántico, el presidente Iván Duque dijo que apreciaba el esfuerzo realizado por Barranquilla frente a la pandemia y elogió que el testeo distrital haya superado el de países como Uruguay.

A la alabanza presidencial le cabe, por supuesto, un inevitable reparo. La circunstancia brutal que hace difícil digerir el parangón con Uruguay es que el país austral ha sido un paradigma mundial en la administración de la pandemia, mientras que Barranquilla es un referente de la mortandad viral con casi el 20% de los decesos de Colombia. Tamaña diferencia, señor Presidente.

La reunión fue el escenario en el cual el alcalde anunció que pondría en marcha el proceso de reactivación económica y social. Según él, las cifras indican que “empezamos a ganarle la batalla al COVID”. En cambio, la gobernadora fue más cautelosa y escribió este trino: “Aunque ya vemos las primeras señales de que la velocidad de contagio está disminuyendo, no podemos bajar la guardia”.

Es probable que el fundamento médico-científico que sustenta la medida del alcalde, avalada por el gobierno de Duque, sea irrefutable, pero no deja de suscitar incrédulas reacciones su expresión de que ya comenzamos “a ver la luz al final del túnel”, considerando los volubles pronósticos sobre el pico de la pandemia. En un momento aseguraron que se daría en junio. Ahora dicen que el ‘Tourmelet’ del virus lo alcanzaremos en agosto. O tal vez en Navidad. Bogotá y Medellín, de hecho, están apretando otra vez. Mientras en Barranquilla los negacionistas de la pandemia imaginan, alborozadamente, que pronto podremos regresar a los estaderos de salsa, champeta, vallenato y reggaetón.

El alcalde también nos dejó asombrados cuando expresó que la experiencia de Barranquilla podía ofrecerse a manera de ejemplo. Aunque aceptáramos que hemos hecho meritorios esfuerzos para conjurar los embates del virus, no suena comunicacionalmente afortunado proclamarlo, porque la estadística mortuoria y de contagiados no juega a favor de Barranquilla por su gravísimo comportamiento epidémico.

Me gustaría creer en las favorables tendencias epidemiológicas que ha mostrado el alcalde, pero no simpatizo con la narrativa que no incluye, además, los errores, las omisiones y las improvisaciones. Y menos acojo la inmodestia de pretender dictarle cátedra al resto del país.

Ya es suficiente con el engreimiento de los últimos años que nos promocionó, por los avances en infraestructura urbana, como la ciudad que más progresaba en Colombia. Pero es imposible escapar a las mediciones irrebatibles: seguimos de octavos en competitividad. Y solo serán la gobernanza democrática, las buenas políticas públicas y la transparencia las que le permitirán a Barranquilla un liderazgo más competitivo. No un marketing engañoso.

@HoracioBrieva

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