En 1991, en Barranquilla los principales líderes del cambio eran Antonio Navarro y Fuad Char. Construyeron una coalición que derrotó a la clase política tradicional.
Pero la alianza, que debió tener inspiración de largo plazo, rápido se desplomó. Una alianza perdurable quizás habría permitido una sinergia entre democracia y transparencia con administraciones de corte empresarial y entre la infraestructura y lo social.
El padre Bernardo Hoyos, como alcalde, le puso fin a esa convergencia suscrita por la AD M-19. Las relaciones entre Bernardo y Char no fluyeron bien y de aliados pasaron a ser adversarios. En 1994, jugaron en canchas enemigas. Char apoyó a Ventura Díaz y Bernardo eligió a Edgar George con un resultado impresionante. La ruptura se profundizó entonces.
Después ocurrió algo que nadie vaticinó. Bernardo y George tomaron caminos opuestos y este último reconfiguró su gabinete dándole participación al charismo. En 1997, Bernardo ganó de nuevo la Alcaldía y el charismo quedó fuera del poder distrital. En 2003, tras el periodo de Humberto Caiafa, la izquierda recuperó la Alcaldía con Guillermo Hoenigsberg. El charismo, que en ese momento no era electoralmente poderoso, perdió con Guido Nule.
En 2007, Guillermo, distanciado de Bernardo, se unió a Alejandro Char, quien derrotó aplastantemente a la izquierda representada por Máximo Noriega. Ahí comenzó la hegemonía del charismo, que volvió a ganar en 2011, 2015 y 2019. Y otra vez se apresta a triunfar en 2023.
Cuando la izquierda y el charismo ganaron la Alcaldía en 1992 agitaron un lema certero: la reconstrucción de Barranquilla, destruida por más de cuatro décadas de desgobierno corrupto y politiquero.
La Barranquilla de hoy no es igual a la de 1992. Tras 16 años de hegemonía charista, es cierto que hay inseguridad, pobreza, alto endeudamiento, debilidad en los contrapesos democráticos e insuficiente transparencia, pero la ciudad avanzó.
Porque Gustavo Petro es el presidente de la república, la izquierda, atrincherada hoy en el Pacto Histórico, considera que esta es su oportunidad. Pero sus posibilidades de éxito dependen de una candidatura sólida y un programa de gobierno que indique que puede hacerlo mejor, superando este antecedente: cuando tuvo la Alcaldía tomó algunas decisiones inolvidablemente desacertadas y no consiguió la consolidación institucional y financiera del Distrito.
Por quinta vez, la izquierda y el charismo se enfrentarán. El charismo tiene una carta aparentemente imbatible en Alejandro. ¿Y la izquierda? ¿Hay alguien con talante para seducir a los 358.785 barranquilleros que votaron por Petro en segunda vuelta?