Chacho y la discapacidad

Comienzo parafraseando a Vargas Llosa en La Tía Julia y el escribidor. En ese tiempo remoto, yo era muy joven y había en Barranquilla un Concejo que me gustaba mucho. El del inolvidable Juan B. Arteta. El de Musa Tarud, que caminaba hiperactivamente en el recinto, mientras sus dedos jugueteaban con una monedita. El de Gonzalo Conde. El de Ricardo Varela.

El de Orlando Abello. El de Manuel Rodríguez Verdeza con sus chistosas salidas. Como esa de que en Colombia la única sangre que debía correr era la del óvulo menstrual. 

En ese Concejo había debate. Emoción. El de hoy, en cambio, a veces pareciera no existir. Solo Ramón Ignacio Carbó, quien por cuenta de una tramoya electoral no pudo actuar todo el cuatrienio, se atreve a liderar sesiones de control político. Además, es muy activo en Twitter. 

Hace poco, Chacho promovió un debate sobre el tratamiento a la población discapacitada. Barranquilla es una realidad urbana tortuosa para las personas con esa condición. Y estamos lejos de ser una ciudad accesible e incluyente. 

En mi espacio de Facebook estimulé una deliberación alrededor del tema y la colega Vera Judith Diazgranados dijo: “Por fin se empieza a hablar de discapacidad en esta ciudad”. El actor Fernando Cárdenas escribió: “No existen andenes y los pocos que poseemos son parqueaderos de carros”. La académica Patricia Salgado expresó: “Las personas en condición de discapacidad están excluidas de transitar por la ciudad. Los sardineles son irregulares: altos, bajos, rotos, y algunos con pegostes de cemento”. La Nena Patiño indicó: “Soy mayor de edad y me da terronera caminar por los andenes”. Las demás intervenciones estuvieron en la misma perspectiva de la accesibilidad y la inclusión. 

Me agradó, asimismo, el editorial de EL HERALDO que pide empezar por el arreglo del ascensor del viejo edificio de la Alcaldía de la calle 38, dañado hace varios años. De hecho, a Chacho, en su silla de ruedas, tienen que cargarlo por las escaleras del edificio para poder cumplir las obligaciones de concejal. 

El colofón de todo esto es claro: Barranquilla tiene que trazarse en el cuatrienio (2020-2023) el objetivo de avanzar en la construcción de una ciudad accesible e incluyente.  Así como hemos aceptado con paciencia que se taladren varias  calles para canalizar los arroyos, con los correspondientes impactos fastidiosos en la movilidad, deberíamos exigir, también, que se hagan las obras requeridas para que la ciudad quede dotada de las infraestructuras y los servicios que necesitan las personas con movilidad reducida. 

La planificación urbanística para atender esa necesidad es reciente en las ciudades del mundo. Y Barranquilla no se puede quedar atrás. La inclusión no se reduce a la adecuación de los espacios físicos. Implica, al mismo tiempo, el acceso al mundo laboral, en igualdad de condiciones, de los ciudadanos con discapacidad.

@HoracioBrieva

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