Antanas Mockus decía, hace unos años, que en Colombia admiramos más la Ley que en Suecia, pero en abstracto. Además, como buenos santanderistas, nos enorgullece tener una Constitución extensa y un obeso cuerpo de leyes.
En estos tiempos de pandemia, por ejemplo, las gobernaciones y alcaldías han tenido que acudir, para alimentar a las poblaciones vulnerables, a la Urgencia Manifiesta, pero se ha abusado de esa modalidad contractual del Derecho Administrativo a juzgar por algunas denuncias de sobrecostos. En Atlántico, las alarmas las encendieron Malambo y Soledad por unos contratos con El Lirio de los Valles, una fundación con nombre de funeraria hasta entonces desconocida.
Los organismos de control se pusieron pilas, pero toca esperar los resultados completos de sus “exhaustivas investigaciones” considerando que, a veces, dejan la impresión de que aprietan para luego sacar un extorsivo guante de cácher.
Ocurre esto porque el sistema inmunológico colombiano es muy permeable al virus de la corrupción. Solo unas altas transfusiones de ética podrían sanar al conjunto de la sociedad, pues las flaquezas no solo son notorias en las elites: también en el tejido ciudadano hay mucha flexibilidad moral. Un botón de muestra es el “no importa que roben con tal de que hagan”. Antivalor que, supongo, debe reñir con la moral cristiana en un país definidamente católico. Significaría, siguiendo el planteo de Mockus, que la mayoría de los colombianos admira la palabra moral del Papa y los clérigos, pero en abstracto.
Esta no es solo una particularidad colombiana. Como dice el excelente humorista venezolano Laureano Márquez: desde los tiempos del conquistador español, los latinoamericanos aprendimos que la norma se acata, pero no se cumple. Márquez dice que nosotros no hemos cambiado la ley de la gravedad porque eso no se puede.
Otra característica nuestra es quedarnos en cosas menores y mezquinas cuando el mundo desarrollado vuela hacia otras dimensiones. Es una grave miopía estructural. Demostración de ello, en esta coyuntura del coronavirus, es que mientras China, Estados Unidos, Alemania, Reino Unido e Italia trabajan para hallar una vacuna, nosotros hemos tenido tensas descoordinaciones y celos de liderazgo entre el presidente, los gobernadores y alcaldes, y show, populismo y corrupción en la distribución de las ayudas alimentarias. Aún sí somos un país con potencial y gente talentosa.
Posdata: El Omeprazol es un fármaco para el reflujo gástrico. Fue lo que le recetaron a Petro en Cuba tras la endoscopia. Regocija que no le hubiesen ordenado quimioterapia, pero la próxima vez debe cuidarse de no alarmar al país con diagnósticos inexactos. Ya empiezan a decirle ‘el pastorcito mentiroso’. ¿Afectará eso sus obstinados sueños presidenciales? Sus detractores más enconados le dicen que sería “el presidente indicado, pero…de Twitter”.
@HoracioBrieva