El hecho ciudadano más importante del debate electoral que termina el domingo 25 de octubre ocurrió el martes 6 en la Galería de la Plaza de la Paz. Fue el lanzamiento de la campaña de la Misión de Observación Electoral, al que concurrieron la Fundación Foro –convocante y coordinadora de la MOE–, la Secretaría de Cultura del Departamento, la Universidad del Atlántico, la Universidad Libre, Caribe Afirmativo y la Fundación Protransparencia, entre otras entidades.
El lema de la campaña es ‘Yo no me vendo’, y marca el comienzo de un levantamiento –desde el corazón de la ciudadanía– en favor de la libertad que tiene todo ciudadano y toda ciudadana de votar sin necesidad de mediar una miserable limosna que termina volviendo añicos lo más importante que tiene un ser humano: ¡la dignidad!
‘Yo no me vendo’ no ha tenido todavía en los periódicos, la radio y la televisión los espacios que les dan a ciertos candidatos –en las redes sociales se ha sentido más la campaña–, pero es el inicio de un movimiento que tiene que poner en lo más alto del pedestal de la libertad política la decisión de centenares de miles de barranquilleros y atlanticenses de sepultar para siempre –en todos los estratos sociales– la compra y venta del voto, la enfermedad terminal que está llevando a su funeral a la democracia colombiana, ante la debilidad de las instituciones llamadas a protegerla con firmeza y valentía. Todo ello en medio de un remedo de sistema de partidos, la mayoría de los cuales carecen del compromiso ético para limpiar sus filas de quienes han hecho de la política una ganzúa para asaltar los dineros del Estado.
‘Yo no me vendo’ es el grito rebelde de una ciudadanía libre a la que tenemos que agregarle miles de voces y piernas. Es una convocatoria a gritarles a los políticos compradores de votos, a la manera de Calle 13, que no solo no podrán comprar el sol, el viento, la lluvia, las nubes, los colores y la alegría, sino que mucho menos podrán seguir comprando nuestra dignidad, que no tiene precio. Está en juego nuestra libertad. La campaña, por eso, acogió como divisa una bella canción de Systema Solar, que dice: “Si tu mano abre la puerta de la libertad, no te la dejes cerrá”. Supone que todos y todas –como en el título de la canción– tenemos que hacer de ‘Tumbamurallas’.
‘Yo no me vendo’ –en esta ciudad de arraigados inconformismos históricos en política– significa que no está agotada la esperanza ni la fe en que aún es posible una sociedad democrática donde el dinero de las plutocracias no imponga su corruptor dominio.
Como cualquier organismo cuando se defiende de una bacteria, ‘Yo no me vendo’ es la respuesta a un infeccioso ambiente político en el que hablar de probidad y transparencia parece ser una especie de retórica marciana.
Y alienta que el lanzamiento de la campaña se colmara de un auditorio especialmente joven que no se ha entregado a la lógica prevaleciente de la política sucia. En esa juventud que cree en la libertad está la suerte de una democracia que la compra y venta del voto convirtió en una farsa, y que así no podrá ser garantía para construir una sociedad en paz.
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