Aprovechemos bien los Juegos

En unos meses se producirá la demolición del vetusto Coliseo Humberto Perea, donde en tantos carnavales vivimos el fragor emocionante de los festivales de orquestas y se escenificaron vibrantes peleas internacionales de boxeo. En su lugar se edificará un nuevo Humberto Perea. Este coliseo fue abandonado por la ciudad y condenado a convertirse en un símbolo decadente. Su rehabilitación era imposible. Y el milagro de que podamos tener otro coliseo, salido de sus ruinas actuales, solo será posible gracias a la coyuntura de los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, de los cuales Barranquilla es sede en el 2018.

La realización de justas deportivas internacionales son eventos que las ciudades sedes aprovechan para realizar importantes innovaciones en su fisonomía urbana. Daré tres ejemplos. Tokio hizo tránsito hacia el urbanismo moderno motivada por los Juegos Olímpicos de 1964. Cali, que era una aldea en los años 60, encontró en los Juegos Panamericanos de 1971 la oportunidad para transformarse en ciudad. Y Barcelona hizo de los Juegos Olímpicos de 1992 un momento de impulso para consolidarse como una atractiva urbe internacional.

En el caso de Cali, que es el que queremos destacar en esta columna por ser una ciudad colombiana, junto a su transformación urbanística, estimulada por las obras deportivas de los VI Juegos Panamericanos de 1971, se logró un cambio de actitud en los caleños, que convirtió a la llamada Sultana del Valle en la capital emblemática del civismo de este país, de la cual aprendió Bogotá, dijo una vez Antanas Mockus. En Cali la gente hacía fila para tomar un bus. Nadie arrojaba basuras a las calles. Los hombres respetaban a las mujeres y predominaba un trato amable. Esa leyenda de ciudad pacífica y cordial se vino al suelo con el narcotráfico y su brutalidad traqueta, oscuro pasado reciente que Cali está tratando de superar.

No cabe duda: Barranquilla debe aprovechar la coyuntura de los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe para mejorar su infraestructura deportiva y urbanística. Simultáneamente, debería empezar a trabajar en la formación de una ciudadanía ejemplar en convivencia y tolerancia. Barranquilla ha hecho, en los últimos años, considerables inversiones en cemento, pero a la cultura ciudadana no se le ha prestado la atención que merece. Y ninguna apuesta en esta será exitosa sin el liderazgo decisivo de la Alcaldía Distrital, dada la enorme movilización de recursos humanos y económicos que implica esta tarea.

Deberían asumirse los Juegos como una oportunidad para empezar a trabajar en la superación de nuestros incultos comportamientos ciudadanos que se expresan a diario y por doquier. El profesor José Amar mostraba solo dos ejemplos en una reciente columna: los parques convertidos en letrinas de perros y los montones de basuras tiradas en los parques los fines de semana.


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *