UNAS ELECCIONES CON DEMASIADOS PARTIDOS

Colombia merece una democracia con un sistema de partidos que supere la atomización actual y asegure unas pocas pero respetables organizaciones políticas que sean auténticas instituciones al servicio de la participación democrática y de la conducción idónea del Estado en todos sus niveles.

Eduardo Pizarro tiene razón cuando afirma que  un alto número de partidos políticos en Colombia no contribuye ni a consolidar un partido de gobierno coherente ni una oposición coherente. Lo electoral se volvió un desquiciado escenario de 36 partidos.

Habla mal de los partidos que muchos avales no  correspondan con procesos de fidelización de los candidatos. Lo que hay es una brincadera de partido en partido. No tenemos un sistema de partidos que funcione con identidades  ideológicas y mecanismos  de selección de los candidatos a los cargos uninominales y plurinominales. A esto hay que añadir  que tampoco hay agendas de formación de liderazgos que conduzcan a la escogencia de los mejores perfiles.

Al tema de los avales agregaría la ausencia de mínimos de disciplina partidaria, lo que ha hecho de la política un arte de la deslealtad. Por  ejemplo, se tornó parte del paisaje de la traición que los miembros de los partidos se dividan en sus preferencias a gobernaciones y alcaldías.

Otra realidad es esta: esos 36 partidos no están en su mayoría capacitados estructuralmente para competir dentro de las modalidades impuestas por el clientelismo. Y los que sí pueden hacerlo con éxito son los que disponen de poderosas estructuras regionales.

Colombia merece una democracia con un sistema de partidos que supere la atomización actual y asegure unas pocas pero respetables organizaciones políticas que sean auténticas instituciones al servicio de la participación democrática y de la conducción idónea del Estado en todos sus niveles.

En una época bipartidista imperó en el país una hegemonía liberal-conservadora que taponaba las vías democráticas y le daba al Estado una tonalidad bicolor.

Treinta y seis partidos es una ‘Torre de babel’. Pocos y bien estructurados partidos sería lo racional. La financiación pública, el voto electrónico,  el voto obligatorio y el fin de la zonificación dinamitarían las estructuras tramposas en la política. Se nivelaría la cancha de la democracia electoral. Una reforma al sistema político es algo tan imperioso como larga y calculadamente esquivado.

Una mejor democracia en Colombia va a depender también de que logremos la paz, pues cesaría la intervención de los actores armados ilegales en los procesos electorales a través de los ‘distritos’ que han conformado en regiones gobernadas por la violencia donde imponen candidaturas o frenan las que quieren.

La tarea misional de los partidos es contribuir a que la democracia sea vibrante, con ciudadanías activas, libres y adultas. Con partidos así podría garantizarse que el derecho a elegir y ser elegido no sea una ficción constitucional.

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