A estas alturas del partido de Ciudad Mallorquín, es bueno que vayamos haciendo el ejercicio de sistematizar esta experiencia. Desde luego, en las estrictas métricas de esta columna periodística es un intento intelectual imposible.
Cuando esta confrontación urbano-ambiental comenzó, en noviembre de 2022, quienes nos pusimos al frente de esto planificamos y diseñamos la protesta apuntándole a un objetivo difícil: detener la intervención sobre un predio que se conservó inmobiliariamente virgen hasta cuando el Pomca Mallorquín y el PBOT de Puerto de Colombia autorizaron ahí altas densidades.
Casi dos años después hay un balance de aprendizajes tanto para los opositores al proyecto como para Argos. Lo primero que entendimos los adversarios del proyecto es que frenarlo no era pan comido. Hoy se desarrolla sobre casi 80 hectáreas con base en dos Planes Parciales y la derivación serán 16.000 apartamentos. Y faltan por intervenir unas 124 hectáreas que las voces discrepantes desearíamos se conservaran. O por lo menos una parte considerable.
El aprendizaje para Argos es que si bien pudo imponer su dinámica de desarrollador en Ciudad Mallorquín, su imagen, su reputación, se ha visto lesionada en medio de un intenso debate donde se ha enfatizado sistemáticamente en la evidencia del daño causado a la naturaleza.
Entre junio y julio, he participado en unas conversaciones con Argos propiciadas por un empresario y alto dirigente gremial barranquillero. Personalmente, yo no dialogaba con nadie de Argos hace más de un año. En ese momento apenas principiaba esta larga reyerta. El pulso con Argos ha sido, por supuesto, la densidad de su apuesta inmobiliaria versus las reclamaciones ambientales, de movilidad y saneamiento básico que han emergido desde la sociedad civil.
El espíritu que ha prevalecido en estos encuentros es que ojalá podamos desembocar en un entendimiento, basado en unos puntos que indiquen que fue posible lograr un equilibrio razonable entre los intereses inmobiliarios de Argos y las mencionadas exigencias de la sociedad civil.
Me parece que el principal aprendizaje que debe dejarnos este pugilato es el siguiente: todo el desarrollo urbano que hagamos de aquí en adelante debe guardar profundo respeto por los ecosistemas y ese debe ser el enfoque de los instrumentos de planificación. En esa perspectiva, esperamos que se oriente la revisión, ajuste y modificación del Pomca Mallorquín, cuya contratación, a través de un concurso de méritos, ha sido anunciada por el director de la CRA, Jesús León Insignares. Sin duda, es un logro muy importante de esta vibrante discusión pública.