Qué quiere y necesita la ciudad (VII)

POR: HORACIO BRIEVA M.

Desde que se expidió la Carta Política, Barranquilla ha tenido siete periodos de alcaldes: 1992-1994 (Bernardo Hoyos), 1995-1997 (Edgar George), 1998-2000 (Bernardo Hoyos), 2001-2003 (Humberto Caiafa), 2004-2007 (Guillermo Hoenigsberg), 2008-2011 (Alejandro Char) y 2012-2015 (Elsa Noguera). Sin embargo, la conclusión de Rachid Náder, el rector de la Universidad Libre, es que no hemos transitado de la democracia representativa a la democracia participativa, de la Constitución de 1886 a la de 1991. El próximo alcalde o alcaldesa tiene que tener esto muy clarito en su cabeza.

En el primer gobierno del Movimiento Ciudadano fue un avance crear la Secretaría de Participación, pero nunca tuvo un norte preciso. Sólo el  sociólogo Alfredo Correa de Andreis, cuando ocupó esa dependencia en la alcaldía de George, habló por primera vez en esta ciudad de presupuesto participativo, algo que a mediados de los 90 sonaba extraño para todo el mundo. Además, no había un libreto de implementación y nunca fue una política del MC en medio de las tensiones entre Hoyos y George que terminaron en el rompimiento.  Casi veinte años después, no hemos avanzado ni un centímetro en esto. Y es uno de los desafíos que le surgen a la ciudad en gobernanza democrática: cumplirlos todos significarán el paso a un nuevo ciclo de su vida política, caracterizada por la modernidad.

Asumamos que la participación es la lógica sobre la cual tiene que descansar el llamado desarrollo sustentable, cuyos pilares son el crecimiento urbano ordenado, la defensa del ambiente y el desarrollo social. Por tanto, un gobierno democrático –en los distintos sectores y momentos de la gestión pública– le concede prioridad a la participación.

¿Se requiere una Secretaría u Oficina que esté a cargo del tema? La Secretaría funcionó por varios años y desde la actual Oficina –adscrita a la Secretaría de Gobierno– es muy difícil un eficaz manejo global de la participación, dado su débil presupuesto y su limitada capacidad operativa. Se requiere, en todo caso, un órgano muy sólido, capaz de asumir la complejidad del trabajo estratégico de la participación, para lo cual debería implantarse un sistema distrital como el que, por ejemplo, existe en Bogotá.

Hay otras razones que contribuyen a justificar la imperiosidad de contar con este órgano: la Alcaldía adoptará, en breve, la política pública de participación y deben implementarse las que ya se han definido para la mujer, la juventud y las negritudes. Por supuesto, habrá que evaluar la calidad de estas políticas y evitar que se queden en el papel.

Hay también retos en participación relacionados con las poblaciones que reclaman atención e inclusión, como la comunidad LGBTI y las víctimas del conflicto, a las que la Alcaldía debe convocar y ofrecerles un espacio donde se sientan reconocidas. Están, igualmente, los desafíos en descentralización que implican territorializar la inversión pública a través de los Fondos de Desarrollo Local, hacer participativo el presupuesto y realizar la rendición de cuentas con la ciudadanía. La tarea es gigantesca.

@HoracioBrieva

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