Alejandro Char lanzó la propuesta en la campaña electoral, en tanto que Rafael Sánchez, su contrincante, insistía en que la inseguridad de la ciudad debe enfrentarse no con el Ejército en las calles sino con una acentuación de la inversión social. A largo plazo, la solución es estructural e implica, como decía Sánchez, una mayor inversión social. Pero lo de Char es más una medida de choque, efectista, para asustar a la delincuencia que tiene azotada a la ciudadanía con el robo callejero, y que incluso ha llegado al homicidio de algunas víctimas que se resistieron a ser robadas. Por tanto, la solución de Char es coyuntural y no resuelve la complejidad del problema.
Hace unas semanas, en una conversación con el saliente comandante de la Policía Metropolitana, brigadier general Ramiro Castrillón, me decía que ni siquiera con “platillos voladores” era fácil derrotar la acción de la delincuencia local. Castrillón, como sabemos, fue trasladado ante el surgimiento de una serie de desacuerdos con la alcaldesa Elsa Noguera y el alcalde electo Alejandro Char, quienes le han pedido a la Policía más acción en razón a que el Distrito –a través del Fondo de Seguridad y Convivencia– ha hecho una alta inversión en vehículos, equipos e infraestructura policial.
Aceptando que sacar el Ejército a las calles es solo un calmante temporal y que la Policía no es suficiente para atender el fenómeno delincuencial, creo que Char, ya posesionado, debe asumir como derrotero de su gestión la Política Integral de Seguridad y Convivencia Ciudadana de Barranquilla que regirá hasta 2020, es decir, durante todo su cuatrienio, y que seguramente va a merecer un horizonte de tiempo más amplio, lo que implicaría actualizar sus distintos componentes tomando en cuenta las más recientes realidades y cifras de Barranquilla en materia de inseguridad. Char tiene que demostrar que no solo es capaz de proponer medidas de choque sino de pensar en el largo plazo, que es una característica de los buenos gobernantes y los políticos inteligentes.
Esta política pública está encuadrada en el correcto punto de vista de que la seguridad ciudadana es parte de la seguridad humana y ésta última, según su definición conceptual, “no es una preocupación por las armas: es una preocupación por la vida y la dignidad de las personas”.
Y la seguridad ciudadana hay que verla, como también dice esta política, no solo como un tema asociado a la delincuencia y la criminalidad; hay que considerar, igualmente, otros problemas muy complejos como el incumplimiento de las normas de convivencia en las comunidades, la resolución no dialogada de los conflictos, el maltrato infantil, la ineficiencia de la justicia y la crisis penitenciaria, entre otros. Atendiendo este enfoque, le propondría a Char, por ejemplo, que le conceda prioridad total a la justicia cercana al ciudadano, lo que significa modernizar las Inspecciones de Policía y hacerles reingeniería a las Casas de Justicia aumentando a la vez su número. De igual modo, el alcalde electo debería continuar y profundizar programas como el de los entornos socio-urbanos seguros.