El tierrero carcelario

El viernes pasado, el secretario del Interior de la Gobernación, Guillermo Polo Carbonell, presidió una mesa de trabajo sobre la problemática carcelaria, junto al viceministro de Justicia, Carlos Medina; el secretario de Gobierno de Barranquilla, Clemente Fajardo; el comandante de la Policía Metropolitana, brigadier general Mariano Botero Coy, y el director del Fondo de Seguridad de la Alcaldía, Yesid Turbay. Concurrimos unas treinta personas.

El tema es dramático. En el Atlántico, las cárceles no dan abasto y presentan un gran deterioro. El hacinamiento llega al 130%, y para aliviarlo tendríamos que disponer de unos 3.000 cupos. En la reunión se decía, para ilustrar esta realidad, que recientemente fueron capturados 20 integrantes de una banda delincuencial y no se sabía adónde mandarlos. Por eso, los jueces han optado por las detenciones domiciliarias. A corte 22 de agosto, de acuerdo con el Inpec, estas llegaron a 3.569, y no hay personal suficiente para vigilancia. Un mapeo de la Policía muestra que la mayor parte de los homicidios ocurren donde hay sujetos con detención domiciliaria, y han sido varios los casos de individuos con domiciliaria aprehendidos en faenas criminales.

Conscientes de esto, Departamento, Distrito y Nación han adoptado un convenio-marco para avanzar en soluciones de largo plazo. En esa dirección han acordado la construcción de una cárcel de 2.000 cupos. Mientras tanto, el paliativo es descongestionar creando 600 cupos entre la Penitenciaría de El Bosque y la Cárcel Distrital de El Bosque, y trasladando 400 reclusos a centros penitenciarios del resto del país.

Estamos ante un problema mayúsculo que afecta el funcionamiento del sistema penal acusatorio. Las cárceles se han quedado cortas para albergar a la delincuencia, producto de que a mucha gente no le estamos entregando formas de realización económica distintas al hurto, la extorsión, el sicariato y el tráfico de estupefacientes.

La solución estructural, por supuesto, no puede ser solo más cárceles. El país tiene que plantearse apuestas dirigidas a sustraer a múltiples sectores de la sociedad de las tentaciones del delito, enseñándoles los caminos del trabajo honrado y del acatamiento a la Ley. Y desde las élites, además, tiene que haber un contundente mensaje ético, no el espectáculo de corrupción de hoy que ha erosionado la credibilidad de varias instituciones.

La razón por la cual hoy, sin embargo, se requieren más cárceles es obvia: hay que disminuir el hacinamiento para hacer más dignas las condiciones de los investigados y condenados. Las cárceles son antros donde se violan los derechos humanos y se potencian los impulsos criminales. Ese tierrero que son las cárceles hay que resolverlo con inversiones. Una administración de justicia con un sistema carcelario deplorable no es compatible con el Estado Social de Derecho y una democracia respetable.

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