El martes 16 fui a la Asamblea Departamental convencido de que en el debate sobre Ciudad Mallorquín habría un espacio para que habláramos quienes hemos sido protagonistas en ese conflicto.
Mi decepción comenzó desde que David Ashton, el presidente de la corporación, hizo el saludo introductorio. Nos ignoró. María Correa y yo lo comentamos pero preferimos creer que había sido una involuntaria omisión.
Unas horas después confirmamos que era una actitud deliberada. Ashton aceptó con débil entusiasmo las palabras de María Correa y cerró la deplorable faena imposibilitando que yo hablara, a pesar de que Carlos Rojano y Lourdes López trataron de disuadirlo. En ese instante, lo diré a lo Juan Rulfo, sentí que el corazón me temblaba de indignación como un sapo brincándome entre las costillas.
Eso me parece inaceptable en un militante del Partido Liberal de cuyos miembros se esperaría amplitud democrática frente a la participación ciudadana.
Ashton me dio un trato de ciudadano de segunda y siento que los políticos como él le restan majestad a la democracia. Qué diferencia con Lourdes López e Isabella Pulgar, a quienes empecé a tratar a raíz de este debate y han sido muy amables conmigo. Con Carlos Rojano, mi amigo hace muchos años, quien mitigó nuestra fatiga en el debate con una alimenticia galleta de cereales. Y con Alfredo Varela, quien me hizo sonreír bromeando sobre cuántos apartamentos tenía yo en Ciudad Mallorquín con vista a la ciénaga.
Yo esperaba que a la sociedad civil se le concediera un tiempo porque ha sido la que ha ejercido el liderazgo, defendiendo el ecosistema, agredido en un marco de legalidad amañada, y cuestionando la actuación de Argos en Ciudad Mallorquín.
La sociedad civil merecía recibir en ese debate el mismo tratamiento que Ashton le dio a la CRA, a la Alcaldía de Puerto Colombia y a Argos, y no se lo dio.
Contrasta la postura de Ashton con la del gobernador Eduardo Verano, quien solicitó a la CRA que María Correa y yo estemos mañana en la reunión de su Consejo Directivo. La diferencia es que Verano es un liberal auténtico. Y un demócrata.
El diputado Ashton hace parte del movimiento que lidera su tío Álvaro Ashton, a quien la ‘parapolítica’ sacó del Senado. Lo conocí cuando era profesor universitario. Desconozco si desde entonces se volvió asiduo que lo llamaran el ‘pastorcito mentiroso’. En esa época, uno se lo podía tropezar en cualquier parte. Nunca he olvidado una charla que tuvimos sobre La naranja mecánica cerca a un cine de la calle 84. Acababa yo de ver la película de Stanley Kubrick. Presumo que Álvaro no habría hecho lo de su sobrino.