El país del embudo

Por: Horacio Brieva Mariano.

‘La ley del embudo’ es una legendaria canción vallenata que Jaime Bateman convirtió en el himno del M-19. La recordé por la columna de Abelardo De La Espriella del domingo 22 de febrero, donde revela que los Galán Pachón, descendientes de Luis Carlos Galán, tienen una fundación que en los dos últimos años recibió del Departamento para la Prosperidad Social, DPS, una contratación por $114 mil millones para capacitación y sin mediar licitación pública, es decir, a dedo. La contratación concentrada es la lógica imperante en Colombia.

La denuncia me impulsó a pedir en Facebook que la actual directora del DPS, la barranquillera Tatyana Orozco, nos diera una explicación. No porque –a priori– la creyera responsable, ni porque tuviese la mala intención de ponerla en la picota pública, sino porque Taty –a quien conocemos, apreciamos y admiramos desde que era investigadora de Fundesarrollo y con quien hemos compartido luchas e ideales por una ciudad mejor– es la responsable de la entidad. El jueves pasado, le hablé sobre el tema por Whatsapp y me respondió: “Yo no he firmado ninguno de esos convenios”.  Conociéndola, le creo. Acepto incluso su femenino reproche de que antes de pedir explicaciones en el Facebook debí telefonearle. “Horacio: una amistad de 17 años me daba derecho a una llamada”, me dijo.

Pero la dirección de mi ladrido no iba hacia Taty sino al hecho indignante de que éste sigue siendo el país del embudo: lo ancho para unos cuantos, lo angosto para las mayorías. Es inadmisible que los privilegios se continúen agrupando en unos círculos con ínfulas de monarquía, mientras al resto nos toca durísimo. Yo que fui un admirador de Luis Carlos Galán, que creí en su predicamento ético y político y que habría militado en el Nuevo Liberalismo si no me hubiese atraído más el M-19, concluyo, como me decía en el Facebook el colega Ricardo Rocha, que los hijos de los padres pueden heredar las cuentas bancarias, la fábrica, la finca, el yate y la casa, pero no la ética.

Mi molestia, además, tiene una explicación adicional: desde hace varios años trabajo en el mundo de las ONG y sé lo difícil, lo complicado, lo tortuoso que es obtener recursos públicos, privados y de la cooperación internacional para financiar los planes de estas organizaciones sociales cuya misión es coadyuvar, por lo general, en las cosas que el Estado no logra hacer o no sabe hacer mejor.

En un país que está buscando la paz a partir de construir equidad –curiosamente uno de los ejes del gobierno del presidente Santos–, dudo mucho que convengan mensajes como estos de la mimada fundación de los Galán Pachón. Si queremos una sociedad en paz vamos a tener que cambiar muchísimas cosas. No olvidemos que todas las guerras de este país, o casi todas, han tenido como detonante la exclusión. Nada encoleriza más que sentir que unos pocos se adueñan de todo, mientras a los demás se les condena a padecer el reino eterno de la adversidad. Si vamos a construir un país equitativo, que sea de verdad. De lo contrario –aunque las Farc y el ELN se desmovilicen– vamos a regresar a confrontaciones peores.

@HoracioBrieva

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