EL CRECIENTE CALOR DE BARRANQUILLA

Barranquilla y el área metropolitana tienen el enorme reto de mitigar las crecientes olas de calor con amplias reservas naturales abiertas a los ciudadanos. Me llama la atención que frente a nuestro discurso ambientalista, en el sector económico han aparecido voces que privilegian el desarrollo inmobiliario sobre el medio ambiente. Lo han dicho sin rubor alguno.

No han faltado los barranquilleros, en estos días de intenso calor, que han deseado convertirse en refugiados climáticos yéndose para ciudades templadas o frías.

Hubo un tiempo en que los abuelos barranquilleros vestían con blancos sacos de lino. En esa época remota, la ciudad era pequeña y el inmenso cinturón verde que la rodeaba actuaba de aire acondicionado.

La atención a los temas ambientales es tan reciente que apenas estamos dimensionando los alcances letales del cambio climático. Barranquilla hizo un desordenado proceso de urbanización donde la primera víctima fue lo verde. El que hoy seamos  más conscientes del cambio climático no significa que estemos haciendo todo lo que se necesita para mitigarlo y adaptarse a éste. En los últimos años comenzamos a focalizarnos en la recuperación de los parques, pero estos pequeños espacios no bastan para lograr las condiciones meteorológicas que requiere la ciudad en atenuación de las intensidades del calor. Por ejemplo, hicimos la apuesta turística del Gran Malecón, ¿pero quién se atrevería a caminarlo con un sol demoledor y a más de 40 grados centígrados? Solo el Caimán del Río sirve  de climatizado refugio para evitar un desmayo o el riesgo de un infarto.

Está demostrado que si las zonas tropicales o subtropicales se siguen calentando se tornarán inhabitables. De ahí las resistencias que hemos estimulado, desde la sociedad civil, a los desarrollos inmobiliarios que están acabando los relictos de bosque seco tropical.

El Banco Mundial ha calculado en unos 216 millones las personas que podrían ser desplazadas por el cambio climático en sus propios países en los próximos años. Vamos hacia un mundo de refugiados climáticos. De hecho, en estos días me he visualizado con una ruana en un lugar montañoso, lejos del aplastante fogaje local.

Barranquilla y el área metropolitana tienen el enorme reto de mitigar las crecientes olas de calor con amplias reservas naturales abiertas a los ciudadanos. Me llama la atención que frente a nuestro discurso ambientalista, en el sector económico han aparecido voces que privilegian el desarrollo inmobiliario sobre el medio  ambiente. Lo han dicho sin rubor alguno. Pareciera que estuviesen de espaldas a lo que está sucediendo en varias partes del mundo en el tema climático.  Por ejemplo, el 46% de Singapur se ha transformado en espacio verde y en el mejor resguardo climático de Asia.

Hay expertos que dicen que hasta ahora el urbanismo se concentró en los edificios, en las calles,  en el espacio público.  En adelante un urbanismo climático debe enfocarse en las soluciones forestales, en la protección ecosistémica.

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