El miércoles pasado me impactaron, como a muchos barranquilleros, el titular y la foto de primera página de EL HERALDO, referentes a las largas grietas que han aparecido en la recién inaugurada Avenida del Río. Malhumorado, lo confieso, le tomé una foto al periódico y me desahogué enviándola a Facebook, con esta glosa: “En Sábados Felices hay un bobo a quien siempre engaña un pícaro llamado Echeverri. En Barranquilla, los bobos somos todos y los Echeverri son los contratistas que hacen obras de mala calidad y maximizan sus ganancias. Y todo ocurre a falta de controles. El Concejo y la Contraloría no existen para estos temas”.
No me alcanzaría el espacio para reseñar cada uno de los comentarios que desató mi mensaje, pero el tono común fue la indignación. Y es comprensible. La gente reacciona sublevada porque le resultan inadmisibles los prematuros deterioros de una vía que costó $47.400 millones, provenientes en buena parte de la Valorización que pagamos todos.
Yo recuerdo que los abuelos que vivieron en la Barranquilla de los buenos tiempos de Samuel Hollopeter decían que los pavimentos de las desaparecidas Empresas Públicas Municipales, a cuyo cargo estaban entonces las vías, duraban toda la vida. Todo lo contrario de los de hoy. Parecen galletas. Se parten en un santiamén y con facilidad. Como la Avenida del Río, concebida para desfiles de Carnaval y vehículos livianos.
Las sociedades de arquitectos e ingenieros han dicho que la Alcaldía deberá hacer cumplir a los contratistas las pólizas que los obligan a reparar los daños que sufra la vía, en tanto que la interventoría ha expresado que, por ahora, no será necesario exigir esas pólizas dado que los contratistas harán un estudio para determinar las causas de las grietas y plantear una solución. Uno se pregunta: ¿Acaso no sabían que los suelos donde se construyó un tramo de la Avenida del Río son de aluvión y de poca capacidad para resistir pesos? ¿Realizaron los contratistas los estudios y trabajos de ingeniería que garantizaran la estabilidad de la obra o sacrificaron su calidad para privilegiar las ganancias? ¿Hasta cuándo estas obras de discutible calidad? ¿Para qué carajos son las interventorías? ¿Es ético el problema, en el fondo?
A esto hay que pararle bolas. Porque en ese sector de La Loma se proyecta construir la nueva sede de la Alcaldía, que semejará un barco. No vaya a ser que, recordándonos el Titanic, se agriete y se desplome como un castillo de naipes, con toda la burocracia adentro. Sería un holocausto sin antecedentes.
¿Qué han dicho el Concejo y la Contraloría? Nada, hasta el momento de escribir esta columna. Solo he sentido la voz de quienes, en las redes sociales, participan en los temas de ciudad. Gracias al internet muchos barranquilleros canalizan hoy –rapidísimo y sin pedir permiso– su inconformismo.